AGUANTAR
AGUANTAR
Oscar Ortiz Antelo*
El presidente Arce ha repetido
varias veces, en la última semana, que la población debe aguantar el embate de
la COVID19. Podemos especular si esta expresión, reiterativa y no espontanea,
refleja impotencia, incapacidad, rendición frente al incontenible avance de la
Segunda Ola o es consecuencia de su incomodidad por tener que poner la cara por
la decisión de su partido de ¨meterle nomas¨ a las elecciones en la fecha
original, a pesar de todas las advertencias científicas y medicas de que esta
decisión amenaza gravemente la salud y la vida de la población. Pero quizás aún
más, es que esa frase representa la suma de las anteriores causales. En todo
caso, refleja la renuncia y el fracaso de Estado, a una de sus principales
responsabilidades, cual es organizar una respuesta conjunta y eficaz frente a
una agresión extraordinaria, como es la Segunda Ola de la pandemia de este
coronavirus.
En mi opinión, el presidente
confunde lo que a estas alturas de su aún incipiente gestión le debe parecer ya
una condena a la ausencia efectiva de responsabilidad del gobierno nacional, por
la población que necesita que se solucione con urgencia la actual combinación
de crisis sanitaria, social y económica, convertida en un círculo vicioso que
se agrava día a día. En estas condiciones, el presidente Arce entiende que su
única opción posible, como persona y como gobierno, es aguantar. Sin embargo,
esa no es la responsabilidad para la que fue electo ni, mucho menos, la
alternativa a la que la población tiene que resignarse.
Al gobierno le pasa lo mismo
que a una familia que tiene uno de sus miembros gravemente enfermo; como seres
humanos haremos todo lo posible para atenderlo y curarlo; durante semanas,
meses o años nos dedicaremos a lograr su recuperación y salvarle la vida. Para
ello gastaremos nuestros ahorros, venderemos nuestros bienes y nos endeudaremos
si es necesario, incluso cuando los médicos nos digan que hay pocas
probabilidades. El gobierno no puede resignarse a que los contagios seguirán creciendo
sin límite y que se perderán muchas vidas. Sabemos que esto es inevitable, pero
es su obligación moral y su responsabilidad constitucional hacer todo lo posible
para salvar la mayor cantidad de vidas. Cada contagio que se evite, será una
vida menos en riesgo, cada vida que se salve, habrá justificado los recursos
que los ciudadanos pagan para sostener al Estado.
Obviamente, esto requiere una
concepción humanista de la política. Una visión por la cual entendamos que el
centro de la sociedad y la finalidad de la existencia del Estado, es la persona
humana, en el pleno ejercicio de su libertad, su dignidad, sus derechos y su
integridad. Por increíble que parezca esta forma de pensar para gobernar es una
excepción en la historia. Aún hoy, existen muchas naciones gobernadas por
concepciones autoritarias de la política, que ponen en el centro de la acción
estatal, la preservación y concentración del poder para quienes lo detentan,
generalmente personificado en un caudillo, quienes camuflan como servicio al
Estado, el sometimiento de los ciudadanos al entorno del poder. Los bolivianos
lo hemos padecido muchas veces.
¿Hasta dónde el cálculo
político/electoral puede sacrificar vidas que una política diferente o
distintas medidas podrían salvar? Sólo hasta donde la sociedad civil lo permita
con su silencio o con su indiferencia. Este debate lo tiene que asumir el
conjunto de la sociedad para evitar un drama humanitario y social, que ya
estamos comenzando a sufrir con la segunda ola y que puede agravarse muchísimo
más con una tercera ola que podría golpearnos durante el próximo invierno.
Para la gran mayoría de la ciudadanía,
las vacunas no serán la solución durante el primer semestre del 2021. Es
necesario reconocer que nuevamente se enfrenta una emergencia y adoptar medidas
que mitiguen el alto costo sanitario, social y económico que causará la falta
de acciones oportunas.
*Ha sido senador y Ministro de
Estado
Publicado originalmente en El Deber y Pagina Siete, el 19/01/2021
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