ABUSO Y VENGANZA
ABUSO
Y VENGANZA
Oscar Ortiz Antelo*
La brutal detención de la ex
presidenta Jeanine Añez y los ex ministros Alvaro Coimbra y Rodrigo Guzmán, sin
notificación ni proceso previo, viola los derechos humanos fundamentales y las
garantías establecidas en los tratados internacionales y en nuestra propia
Constitución. Los bolivianos hemos visto, con la mayor crudeza, el estado de
indefensión en el cual vivimos y la carencia absoluta de una justicia que actúe
con independencia frente al poder político para proteger el derecho al debido
proceso y a la presunción de inocencia.
No tengo la menor duda; la ex
presidente Añez y sus dos exministros, detenidos ilegalmente y privados de
libertad por 4 meses, son víctimas del abuso del poder, sin límites ni
escrúpulos, para satisfacer la venganza motivada por el odio de Evo Morales y
su entorno radical.
Abuso y venganza que destruyen
nuestra democracia y aniquilan cualquier esperanza de consolidación democrática;
abuso y venganza que desmienten las promesas y discursos de los actuales
presidente y vicepresidente del Estado; abuso y venganza que nos muestran que
quienes nos gobiernan lo hacen desde fuera y por encima de la institucionalidad
democrática boliviana.
La tesis bajo la cual se basa
la imputación y la resolución de la detención preventiva carece de todo sentido
y fundamento legal, y sólo se sostiene por
el afán resentido de cambiar la vergonzosa historia del fraude
electoral, por un falso relato que convierte a verdugos en héroes y a
defensores de la libertad en golpistas.
La grave crisis política y
social sufrida por la sociedad boliviana en los días posteriores a las
elecciones presidenciales del 20 octubre de 2019, fue causada por el fraude
electoral, comprobado por las misiones de observación electoral de la OEA y la
Unión Europea.
Son los responsables de este
fraude electoral quienes originaron las protestas ciudadanas que paralizaron el
país durante 21 días. Son los responsables del gobierno de ese momento,
presidido por Evo Morales, quienes llamaron a sus seguidores a confrontar a
quienes pacíficamente habían bloqueado las calles de las ciudades, en protesta
contra el fraude electoral, y son estas ex autoridades, que incitaron a
enfrentar civiles contra civiles, quienes deben ser procesados por las muertes
y heridas ocasionadas por la violencia de los choques entre ciudadanos.
La ex presidenta Añez llegó a
la sede de gobierno después de que el entonces presidente Evo Morales había
renunciado y después de que el entonces vicepresidente Álvaro García Linera
había también renunciado. La renuncia de la presidente de la Cámara de
Senadores, Adriana Salvatierra, ya se había anunciado, al igual que la renuncia
del ex presidente de la Cámara de Diputados y del ex primer vicepresidente de
la Cámara de Senadores. Estas renuncias se debieron a una decisión política de
la cúpula del MAS que buscaba provocar un vacío de poder para que a los pocos
días Morales retorne al poder.
Esas sucesivas renuncias
generaron una situación que nadie habría podido prever y que casi nos llevan a
una confrontación civil generalizada. En Bolivia no hubo un golpe de estado
sino una sucesión constitucional, desarrollada en base a un pronunciamiento del
Tribunal Constitucional y la mediación de la comunidad internacional y la
Iglesia Católica, que evitaron una guerra civil y posibilitaron la
reconstitución del Órgano Electoral y la realización de elecciones que dieron
origen constitucional a la actual gestión de gobierno. Y fue también toda esa
legitimidad, interna y externa, la que hizo que el masismo participara y
presidiera las cámaras legislativas hasta el inicio de la nueva gestión de
gobierno.
Lo que hoy sucede es un acto
de terrorismo de estado al servicio del control
totalitario y antidemocrático del poder por parte de un partido, que
demuestra una vez más que no cree en la democracia y que la destruye para
gobernar mediante el temor ciudadano frente a la indefensión generalizada.
Nadie en su sano juicio puede
creer que un “gobierno de golpistas” acabe convocando unas elecciones limpias de
las que se retira, advirtiendo a la opinión pública y competidores de la posible
victoria de sus más antagónicos adversarios. No, no hay un caso en la historia política
de la humanidad que haya terminado así. Los golpistas crean dictaduras o, en
todo caso, falsas democracias, totalitarismos en los que predomina el fraude
electoral, el terror y el amedrentamiento, que desgraciadamente, están de
vuelta en Bolivia.
*Ha sido presidente del Senado
y ex ministro de economía.
** Publicado originalmente el 16 de marzo de 2021. Ha sido difundido por los periódicos El Deber, Los Tiempos, Pagina Siete y Correo del Sur, asi como los portales digitales Eju.Tv, Brujula Digital y Cabildeo Digital, Infobae América y Libertad Digital.
Gracias por toda la información y deseo que de una vez luchemos sin interés políticos ni ambiciones, buscando nuestra libertad que la vemos cortada por pensar diferente.
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