ENTRE EL DRAMA Y EL RELATO
ENTRE
EL DRAMA Y EL RELATO
Por Oscar
Ortiz Antelo*
Los efectos de la
pandemia sobre la vida de las familias bolivianas son trágicos, las personas
fallecen por falta de oxígeno, por falta de condiciones para evitar muertes que
podrían y deberían haber sido salvadas, si nuestro sistema de salud tuviera mejores
condiciones. En lo social son cientos miles los empleos perdidos y los negocios
quebrados. Sin embargo, si se ven las noticias pareciera que al gobierno sólo
le importa imponer el relato del golpe de estado, el discurso para su tribuna,
el llunkerio hacia el jefe. La diferencia es que en esta oportunidad el
divorcio entre el discurso y la realidad cuesta, y nos seguirá costando, vidas
humanas que seguirán lastimando el sentido de ser de nuestro propio estado que
no es capaz de organizarse para enfrentar un desafío sanitario.
Es llamativo que el
MAS, que ha ganado las últimas elecciones por entender mejor la pobreza que
afecta a la población boliviana, especialmente en el área rural, hoy se sumerja
en su propio laberinto, en una discusión que sólo importa a su cúpula
partidaria y al círculo rojo, ese pequeño sector de la población compuesto por
políticos, periodistas, columnistas, intelectuales y algunos empresarios,
frente a una nación que no vislumbra futuro sino mayores divisiones y
enfrentamientos.
No soy iluso,
obviamente hay razones y cálculos para que dediquen tanto tiempo y energía para
llevar a los medios de comunicación a este debate; el intento desesperado de
distraer la atención de la opinión pública de los problemas irresueltos de la
salud y de la economía, la inercia de una gestión sin luces que cada vez es más
criticada por la falta de resultados al interior del propio oficialismo, los
problemas pendientes de resolución de una economía que no aguanta seguir con el
mismo modelo de los años de la llamada bonanza, las amenazas internas a la
gobernabilidad de una gestión conducida por lo que Carlos Valverde ha
denominado el triunvirato, recogiendo las declaraciones del vocero
presidencial.
Sin embargo, aunque
los cálculos políticos expliquen estas poses, actitudes y acciones, no tendrán
éxito. La gente seguirá muriendo todavía por falta de atención durante varios
meses más, pues mientras no avancemos con mayor rapidez y cobertura en la
campaña de la vacunación, aun sufriremos varios rebrotes de contagios, con las secuelas sobre la salud de una población
que no solo pierde a sus seres queridos sino que también sufre las
consecuencias de una pandemia que se manifiesta en la salud de cada organismo
de una forma diferente. Estas secuelas también demandan atención y tratamiento,
y por lo tanto recursos, por lo que retroalimentan el círculo vicioso de
precariedad y deterioro en la calidad de vida.
En la economía, la
falta de comunicación entre el gobierno y los empresarios por el veto
presidencial a los contactos y la coordinación entre las autoridades estatales
y el sector privado es injustificable por más aversión ideológicas que los
creyentes del estatismo sienten por el sector privado. La realidad, es que es
el ámbito privado donde trabajan la inmensa mayoría de los ciudadanos y es en
este sector donde se generan las recaudaciones que, en su mayor parte,
sostienen al Estado. Consecuentemente, porqué no trabajar en conjunto para
afrontar y superar la mayor crisis sufrida por la humanidad desde las guerras
mundiales del siglo XX. Aunque no lo hagan por convicción ni por simpatía con
con quienes invierten, producen y emprenden en Bolivia, deberían hacerlo por
interés, por instinto de supervivencia.
La realidad se
impondrá al relato. Es un tema de tiempo. Los titulares duran pocos días
mientras continúa el drama que afecta a las familias. Será responsabilidad de
todos quienes de una u otra forma procuramos influir en la opinión pública el
no caer en la trampa comunicacional. Mientras unos apuestan a que el show debe
continuar, creo que es momento de que la responsabilidad prevalezca, por la
gente y por el futuro de la nación.
●
Ha sido presidente del Senado y
ministro de economía.
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