SUSTITUIR IMPORTACIONES O DESARROLLAR EXPORTACIONES
SUSTITUIR IMPORTACIONES O DESARROLLAR EXPORTACIONES
Oscar
Ortiz Antelo*
El
discurso presidencial del 22 de enero ha vuelto a colocar la estrategia de
sustitución de importaciones como un elemento central del modelo económico
impulsado por el gobierno. Lamentablemente, esta es una apuesta equivocada que,
desde que fue promovida por la CEPAL en los años sesenta, ha fracasado
reiteradamente como vía hacía el desarrollo. Por el contrario, lo que Bolivia
necesita es una estrategia de desarrollo de exportaciones que diversifique la
producción nacional conquistando mercados internacionales, lo que al mismo
tiempo generará empleos, divisas y abastecerá la demanda nacional en los rubros
en los que seamos competitivos.
Somos
un país inmenso en territorio con una población pequeña y de ingresos limitados,
por lo cual nuestro mercado es muy reducido. Apostar el desarrollo del país a
vendernos sólo entre nosotros, nunca será suficiente para construir una base
productiva que satisfaga las necesidades de creación de empleos de calidad para
los bolivianos. Basta comparar que tenemos un territorio equivalente al de Colombia,
Perú y Venezuela, con la cuarta parte de la población. Guatemala, con un 10%
del territorio que ocupa Bolivia, tiene 17 millones de habitantes, 50% más que
lo que tiene nuestro país.
Por
otro lado, una economía basada en el desarrollo de exportaciones promueve
condiciones propicias para el crecimiento de un sector privado fuerte,
competitivo e innovador que busca permanentemente nuevas oportunidades. En
Bolivia, sólo una mínima parte de la población trabaja en las empresas públicas,
en su mayor parte empleo político, mientras que la inmensa mayoría se sostiene
como trabajadores por cuenta propia o trabaja en las empresas privadas.
Una
economía exportadora no solo atendería la imperiosa necesidad nacional de
generar nuevas divisas, sino que se orientaría a elevar sosteniblemente el
nivel de vida de la población mayoritaria mediante empleo de calidad. Los
mercados externos generarían los incentivos necesarios para la creación y la
sostenibilidad de estos empleos, sin que esto esté reñido con el crecimiento y
la dinamización del mercado interno, el que también crecería, no como efecto
del gasto público sino como resultado del crecimiento de una clase media con
mayor nivel de consumo y, consecuentemente, con un mejor nivel de vida.
Oportunidades
para ello hay muchas, los datos de crecimiento de las exportaciones no
tradicionales en el 2021 son prueba de ello. El que hayan superado a las
exportaciones por hidrocarburos demuestra su inmenso potencial.
Lo
mejor de todo es que para ello no se necesitan grandes inversiones estatales.
Por el contrario, se necesitan simplemente condiciones adecuadas como ser
seguridad jurídica, derechos de propiedad, estabilidad en las reglas de juego,
un nivel de tributación competitivo con el que ofrecen otros países, normas
claras y tramites fáciles y transparentes. Si además el Estado ayuda promoviendo
la imagen del país mediante el sistema de relaciones exteriores mejor. En
realidad, la experiencia indica que el estado apoya más a su sector productivo
dejando de poner trabas que tratando de intervenir.
Si a
esto le sumamos que vivimos en un mundo de digitalización de la economía en el
cual las nuevas empresas que brindan servicios mediante las tecnologías de la
información y la comunicación valen mucho más que las grandes industrias del siglo
veinte, nos daremos cuenta de que hoy el activo más valioso de un país es su
talento humano y la libertad que la gente encuentre para desarrollar su
iniciativa e inventiva. Pensemos, por ejemplo, en el inmenso potencial de la
industria del software de Cochabamba que compite en el mercado internacional
sin que se la reconozca como exportación, lo que la deja en desventaja para
competir frente a los otros países que eximen de impuestos la exportación de
desarrollos informáticos.
Es
hora de abandonar los paradigmas latinoamericanos de desarrollo que prevalecieron
en el siglo XX y asumir los que cimientan el camino hacía el progreso en el
siglo XXI.
*Ha
sido senador y ministro de estado.
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